Hubo
un tiempo en que nuestro fútbol tuvo su federación territorial
africana. Y hasta existió un club español representando entre los
grandes de nuestra 1ª División a Tetuán, ciudad marroquí hoy día. Como
esto sucediese hace ya mucho, en la época del Protectorado, y
probablemente resulte semidesconocido para el aficionado medio de
nuestra época, bueno será dedicarle un vistazo.
En
1912, un acuerdo político entre Francia y España dividió el territorio
marroquí en dos Zonas de Protectorado: el Norte, una lengua estrecha,
montañosa y no muy rica, correspondió a España; el Centro y Sur, franja
mucho más amplia, con extensas áreas despobladas aunque mejor dotadas de
materias primas, vio ondear la bandera francesa. En el Protectorado
Francés se hallaban las viejas Ciudades Imperiales marroquíes, hoy
objeto de peregrinaje turístico (Fez, Meknes, Rabat y Marrakech). En el
Español brillaba con luz propia Tánger, gracias sobre todo a su
condición de puerto franco, al comercio convencional que de ello
derivaba, o a sus comprensibles secuelas en forma de trapicheo y
contrabando. Tanto la parte española como la francesa fueron sacudidas
durante años por un rosario de guerras, levantamientos y escaramuzas,
pues los marroquíes, cuya opinión nadie se molestó en sondear, distaron
mucho de aceptar tranquilamente aquella dominación. Por cuanto al
Marruecos Español se refiere, la pacificación no se produjo hasta 1927,
aunque Tetuán hubiese sido ocupada en 1913 y Xauen en 1920.
Para
entonces, el fútbol no era un deporte desconocido al otro lado del
estrecho. Ceuta y Melilla, las dos plazas de soberanía española, se
enorgullecían de poseer su par de clubes representativos. Madrugó más
Melilla, con la constitución en 1912 del Sporting Melillense. Queda
constancia de ello porque en setiembre de ese año, al programarse una
exhibición del aviador francés Mauvais como plato fuerte de los festejos
patronales, la muchachada del Sporting también quiso unirse a los
acontecimientos, incrustando un “match” de “foot-ball” entre
sus equipos A y B en terrenos de la Sociedad Hípica. Los ceutíes aún
debieron esperar un poco para ver fútbol, puesto que el Ceuta Sport no
habría de constituirse hasta 1919. Justo dos años antes, en 1917, se
creaba la Asociación Africana de Clubs de Fútbol, con sede y primer
campeonato en Melilla. La entidad triunfadora en esa edición inaugural
fue el Reina Victoria Eugenia (camiseta amarilla y negra, a listas
horizontales, muy a la inglesa, y pantalón blanco). Los demás
componentes de aquel torneo, reducido al ámbito melillense, fueron: San
Fernando (camisetas blanquiverdes y pantalón blanco), Iris (camisetas
rojas) y Santa Bárbara, cuya equipación, al menos para quien suscribe,
continúa siendo un misterio. Ese primer campeón, animado, quizás, por su
cosecha de laureles, se embarcó en la primera gira peninsular de que
existe constancia en el fútbol norteafricano. Los públicos de Madrid,
Barcelona y Valencia, tuvieron ocasión de verlos desempeñar un digno
papel, según contaron al regreso.
Otros
clubes fueron añadiéndose a los citados: el Racing, el Fortuna, el C.
D. España y Unión Juventud de Melilla, por ejemplo, aparte de equipos
militares como el de Sanidad o el de la Sociedad Hípica. La actividad
deportiva tuvo que ser suspendida coyunturalmente, coincidiendo con el
estallido de las más sanguinarias revueltas cabileñas (la de 1921, sobre
todo). Pero el fútbol ya había arraigado. Y gracias a los jugadores
peninsulares de tronío que eran destinados al Norte de África para
cumplir sus deberes militares, en Ceuta y Melilla pudieron disfrutar de
lo lindo. Aguirregoitia (Arenas de Guecho), Prats (Baracaldo, que
debutaría como internacional en 1927), Arrillaga (Real Sociedad de San
Sebastián), Santiuste (Racing de Santander), Conrado Portas (Español de
Barcelona y también internacional), fueron sólo algunos de ellos.
No
parece, de cualquier modo, que el público del Protectorado, o al menos
buena parte del mismo, estuviese muy al corriente sobre la realidad del
fútbol. Eso se desprende de la crónica recogida por el “Telegrama del
Rif”, periódico melillense, con ocasión de la visita que el gran Ricardo
Zamora hiciese a la plaza para disputar el 4 de setiembre de 1927 un
“bolo” de exhibición. “El Divino” fue recibido como el ídolo que era,
claro está, no sólo entre ovaciones y vítores, sino hasta el extremo de
que el ferry a Málaga partió de Melilla con dos horas de retraso, porque
el guardameta estaba arbitrando un combate de boxeo. Pero lo más
curioso se desarrolló durante la disputa del partido. Parte del
respetable abroncó a los jugadores del combinado cuyo portal defendía
Zamora, por su empeño en evitar que los contrarios disparasen. Si no
chutaban a gol, obviamente no podrían deleitarse con las “palomitas” del
ilustre.
El
3 de enero de 1931, cuando el régimen monárquico comenzaba a dar
síntomas de desmoronamiento, la Asociación Africana dio paso a una
naciente Federación de Fútbol Hispanomarroquí, presidida por D. Luis
Sánchez Urdazpal. Dicha Federación coordinaría todo el fútbol del
Protectorado Español, así como de las ciudades de Ceuta y Melilla, y
tendría su sede en Ceuta. Sorprende, y no poco, el “traslado”
federativo, considerando que durante aquellos años solían destacar la
fuerza y pujanza de los equipos orientales. O sea, los de Melilla. A
buen seguro Ceuta contó con la habilidad de Sánchez Urdazpal, quien se
mantuvo en el cargo durante nada menos que 15 años.
Es
mucho lo que el fútbol norteafricano debe a aquel hombre tenaz. Gracias
a su insistencia, la Federación Española consintió al término del
ejercicio 1935-36 que el fútbol hispanomarroquí tuviera su
representación en la 2ª División estatal. La Guerra Civil, empero,
retrasaría dicha circunstancia.
Para
entonces habían ido surgiendo un buen puñado de clubes por todo el
Norte marroquí del Protectorado. En Tetúan destacaban el Hispano
Marroquí, el Tetuán F. C, y el Sporting, a los que en 1925 se unieron
la Sociedad Deportiva España y el Tetuán Sport. Pero aún faltaba por
nacer el más grande: el Atlético de Tetuán. Y para su gestación
contribuyó decisivamente el traslado profesional del entonces teniente
Fernando Fuertes de Villavicencio.
Fernando
Fuertes había jugado en el Athletic de Madrid cuando sus obligaciones
militares y Luis Olaso se lo permitían, que no era demasiado a menudo.
Luis Olaso, optante a su misma demarcación de extremo izquierdo, acabó
cerrándole el paso a la titularidad. Para poder jugar, Fuertes de
Villavicencio estampó su firma en la ficha del Racing madrileño, donde
el puesto de extremo zurdo solía ser ocupado por Luis Prieto Cerezo,
hijo del célebre político socialista Indalecio Prieto. En Tetuán, con la
ayuda de unos pocos militares y varios soldados de reemplazo, tardó
poco en crear (marzo de 1933) el Athletic Club de Tetuán. Sus colores
rojiblancos constituían un claro homenaje al Athletic madrileño, y su
escudo, obra del bilbaíno José Bacigalupe, estaba muy inspirado en el
del otro Athletic, el de Bilbao.
La
temporada 1933-34 ese recién nacido Athletic tetuaní ascendería de
Segunda a Primera Categoría Regional. Una campaña bastó a sus hombres
para tomar el pulso a la nueva división, porque la siguiente, última
temporada de preguerra (1935-36) concluyeron el torneo invictos. Aquella
primera plaza proporcionaba el derecho a participar en el Campeonato de
España (la Copa), donde eliminaron al Tenerife y sucumbieron ante el
Malacitano, por entonces máximo exponente futbolístico de Málaga.
Además, gracias a las gestiones del eficaz y bien relacionado Sánchez
Urdazpal, el campeonato hispanomarroquí garantizaba una plaza en la 2ª
División Nacional, conforme quedó apuntado.
El
estallido de la Guerra Civil demoró el debut norteafricano en nuestra
2ª División. Pero la temporada 1935-36 no se despidió sin que la
Federación Hispanomarroquí organizase su primer partido “internacional”,
donde los del Protectorado Español vencieron por 4-1 al Marruecos
Francés. Aquella escuadra estuvo compuesta por jugadores del Athletic
tetuaní, Ceuta, España de Tánger y Español de Tetuán.
Con
la paz, entre exiliados a Francia o América, purgas, sufrimiento en los
insalubres campos de concentración y miedo a los ajustes de cuentas, el
Athletic, reconvertido pronto en Atlético, por imperativo franquista,
debería haber reaparecido en 2ª. Pero ante su situación calamitosa, sin
dinero ni futbolistas, con un terreno de juego impracticable, su
directiva optó por la prudente renuncia. Los del otro lado del estrecho
seguían sin representación oficial en el Campeonato Nacional, después de
todo. La decepción, sin embargo, duraría poco. Fruto de la
reestructuración futbolística llevada a cabo por el ente federativo
estatal, que entre otras cosas supuso recuperar la fenecida 3ª División,
el Ceuta Sport pudo batirse en el fútbol de bronce la campaña 1940-41.